domingo, 27 de noviembre de 2011

Formación ciudadana: la tradición, la revolución y el futuro de México

Tradición o el Monstruo
En las páginas de Los señores del narco de Anabel Hernández, se habla de la vida de El Chapo Guzmán y de cómo creció en el seno de una familia y una sociedad en la que estaban establecidos ciertos estándares de conducta que parecen inamovibles. La autora nos dice que en ese ambiente o eras narco o te mataban.
            El problema más grande de México se halla en sus habitantes, ya que en cada uno de ellos se formaron valores erróneos.
            Estos valores se transmiten a través de las generaciones desde hace tanto tiempo que se ven como algo natural, como si no hubiera existido ni hubiera la posibilidad de otro estilo de vida.
            El motivo por el cual muchos no logran salir de esos estándares –los de convertirse en narcotraficante, irse al extranjero de forma clandestina, o convertirse en un delincuente menor- no es que no existan las condicione cambio, el problema es que no se conocen o, como he dicho, se ven inalcanzables por el status quo que la sociedad mantiene tan marcado.
            Por mencionar solo unas cuantas distinciones idealistas en México podemos hablar de las personas cercanas a los cárteles, los que son víctimas del machismo y quienes muestran discriminación y una mala ejecución de la justicia ante los grupos indígenas.
           
La impregnación radical
Desafortunadamente, tanto la solución como la problemática en este asunto no son fuerzas que se contraponen con posibilidades similares mientras esperamos que la mejor prevalezca. Se trata de las tradiciones contra la revolución. Los patrones de conducta que adoptan los adultos y con los que construyen su entorno forman un gran monstruo que se ha fortalecido con el paso de los años. Los pequeños chispazos de movimientos sociales que aparecen de pronto se desean implementar para el bienestar público y atacar a los males que se han impregnado al sistema como un cáncer. Por desgracia, en la actualidad este cáncer se ve como algo natural, aunque también terrible.

La formación del individuo
Todo influye durante los primeros años de vida de una persona. Desde pequeños nos inspiran a tener miedo de ir en contra del sistema.
            Cuando un narcotraficante lleva a su hijo para que vea cómo s mata a un hombre sin sentir culpa; cuando un niño se vuelve pate del mundo de la delincuencia por hallarse desamparado y no recibir más instrucción que la del dá a día.
            No hay que creer que uno se vuelve criminal por la instrucción de los padres. Hay e tomar en cuenta otros factores sociales cruciales durante el crecimiento emocional como los familiares cercanos, las amistades y demás intervenciones por parte de terceros en a escuela y en las calles.          
            Y aunque es cierto que es imposible lograr que los padres guíen  cada aspecto en la ida de los hijos, sí influyen en la formación de su carácter, a sea por brindarles atención o por negárselas.
            Asistir a la escuela influye en el ámbito intelectual, social y emocional.
            En la escuela no solo se enseñan los primeros conocimientos académicos, también se asignan los primeros hábitos, normas de conducta y se tienen las primeras interacciones sociales, es decir: todo lo que forma al individuo.
            No hay que pensar que solo las personas marginadas, de escasos recursos, o de condiciones económicas inestables son los más propensos a entrar en el mundo delictivo, pues no es solo el lado económico el que influye en la persona. Lo es más el tipo de interacciones que tiene con las personas más cercanas.

La solución

La única forma en que estos cambios podrán darse será 

poco a poco, instaurándolos de manera discreta en la 

sociedad y que esta genere cambios a lo largo del tiempo.

           Si se halla la manera en que los jóvenes se sientan 

atraídos y busquen los valores que los hagan buenas 

personas, éstas crecerán para ser miembros íntegros que, 

así mismo, transmitan esos valores a las futuras 

generaciones.

            El hecho de que los ciudadanos promedio dejemos a 

un lado nuestro tradicionalismo es el primer paso para llevar 

esa visión, de las cosas cotidianas, a cómo manejamos 

nuestros negocios, y de allí, a cómo regimos el país.

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