BUSCAR
Y
BUSCAR
HASTA
QUE
QUEDA
ÚNICAMENTE LA
BÚSQUEDA
-Artemio-
En una realidad alterna hay una manifestación física de la Torre Oscura, el centro de la existencia donde todos los universos tienen nexo en espacio y tiempo, y los agentes del caos liderados por el Rey Carmesí intentan destruirla para que impere la discordia.
Fundada por el héroe
legendario Arthur Eld (y con su arma predilecta como emblema), una ancestral
orden de caballeros conocida como ‘pistoleros’ protege la Torre.
Solitario tras sobrevivir
la batalla que costó el mundo entero, Roland Deschain, oriundo de la nación de
Gilead y último heredero de Eld, atraviesa un mortal y cuasi infinito desierto
tras la pista de su oponente, el Hombre de Negro, pues solo él sabe cómo llegar
hasta la Torre Oscura y asegurar que permanezca en pie.
*
Mucho antes del boom detonado por
compañías cinematográficas en años recientes, los relatos de Stephen King ya habían
convergido en un universo ficticio, siendo la Torre Oscura -en más de una
forma- el pilar sobre el cual se sostiene.
Dentro de la saga, la
Torre Oscura es el eje de la existencia y, de manera paralela, la saga en sí
misma puede verse como el eje que une al resto del imaginario de King.
*
En la Universidad de Maine, el poema “El noble Roland a la Torre Oscura llegó” de Robert Browning fue la piedra angular para una obra que aparcería periódicamente a partir de 1978 en The Magazine of Fantasy and Science Fiction, cuatro años antes de dar forma a una novela titulada El pistolero.
En el prólogo a las nuevas
ediciones para las entregas de La Torre Oscura, King relaciona al diecinueve
con una áspera madurez, habla sobre El
señor de los anillos, El bueno, el
malo y el feo, y el carácter épico en ambos durante el punto clave de la
adolescencia. No solo el pistolero proviene del poema de Browning, sino que
éste es la base espiritual de Mundo Medio.
*
A los catorce años, tras rondar la mesa de novedades en una librería de mi ciudad natal, mi padre me compró una edición recién salida de una novela de Stephen King sobre la cual no había oído hablar hasta entonces. En la contraportada se leía: “El hombre de negro huía a través del desierto, y el pistolero iba en pos de él”. Luego de eso, muy poco acerca de la trama: el protagonista y un niño llamado Jake Chambers viajando hacia la Torre Oscura. Invitaban el misterio y lo fantástico. La lectura estuvo cargada en todo momento con dejos de enigma y emblema.
La presencia del 19
hallaría su igual con el 99 en libros subsecuentes, al igual que una palabra que
empieza con la decimonovena letra del alfabeto a modo de preámbulo (Reanudación,
Renovación, Redención…) haciendo eco a lo largo de una narración de largo
aliento.
Fue increíble leer El pistolero por primera vez, cuando nada
estaba claro. Con tal de volver al lector parte de la aventura, en vez de brindar
una zona de confort aclarando dónde, cuándo o de quién se habla, ni el autor,
ni los personajes, ni la voz de los recuerdos dan algo por sentado. Descifrar
el misterio hermana a los personajes para que, guiados por el pistolero, lleguemos
todos hasta el fin de la historia, donde descubriremos cómo está construido este
mundo que “se ha movido”.
La Torre Oscura lleva a
cabo un gran reto dentro de la literatura, volviéndola una joya invaluable,
poseedora de un mérito poco común, generando la clase de dicha que pocas veces
se halla y debe atesorarse.
*
En este momento particular, las obras de ficción más mediatizadas vuelven imposible no generar un contraste entre un cliffhanger al mejor estilo de George R. R. Martin y el momento cumbre que involucra a los dos protagonistas de manera inesperada (casi descabellada) cerca del final de El pistolero.
Los finales de capítulos,
episodios, libros o temporadas ligados a Martin dejan boquiabierto y sin
palabras al espectador, generando emociones fuertes de intriga emoción y temor.
El momento crucial en El pistolero involucra una caída, es
contundente, vital, y desgarrador. No se trata de una emoción fuerte evocativa
a Martin, sino de catarsis. El vínculo que para ese momento de la lectura uno
ha desarrollado con los personajes vuelve inevitable compartir la sensación de
vacío.
*
Mi pasión exponencial hacia La Torre Oscura se dio al tiempo que avanzaba su redición a cargo de Plaza y Janés.
Tras infructíferas visitas
a cada librería y sección de libros en tiendas departamentales, la espera por
la cuarta entrega de la saga se tornó endiabladamente larga, de modo que en una
pequeña librería conseguí una edición de pasta dura, un tanto más cara, de diez
años atrás, a cargo de Ediciones B. Hasta entonces, los volúmenes de Plaza y
Janés contaban con ilustraciones de distintos artistas increíbles. Fue doloroso
no conseguir Mago y cristal, donde había participado el legendario
Dave McKean; no obstante, la edición de Ediciones B llevaba por título La bola de cristal, españolizaba el
nombre del protagonista con un ‘Rolando Deschain’, y claro que tenía su
encanto.
Posteriormente, a Plaza y
Janés y Ediciones B en la cabecera se sumaron Lobos del Calla en edición de Random House Mondadori, una
adaptación de “La estación de paso” a cargo de la Marvel, y otros cómics en
formato digital, volviendo La Torre Oscura una experiencia variopinta.
Así como, por momentos, el
viaje hacia la Torre Oscura se antoja interminable a los miembros del ka-tet,
veo que mi aventura con esta saga no ha terminado. Al mismo tiempo, la llegada
del pistolero a la gran pantalla se distiende de la mera adaptación y apunta cada
vez más hacia la continuación.
*
En ocasiones, la prueba de fuego para determinar el valor de una obra se da cuando ésta genera una emoción tan profunda, que la coloca por encima de lo que concientemente se tiene por superior e invicto. Aun cuando debemos a Tolkien la fantasía en nuestra era, y restar importancia a su obra es imposible, lo épico en la Torre Oscura me obliga a colocarla por encima de la mismísima Saga del Anillo como la pieza de fantasía épica por excelencia.
*
Ya desde que leí El pistolero, rumores daban esperanza sobre una adaptación fílmica de la saga. Cada
año que pasaba sin concretarse el proyecto de la adaptación cinematográfica era
-a un tiempo- tortuoso y esperanzador. Ron Howard y Rob Reiner eran los mejores
directores candidatos. Entre Russel Crowe y Javier Bardem, no nos era difícil
imaginar a cualquiera en el papel de Roland Deschain. Algunos rumores hablaban sobre
la propuesta extendida a Aaron Paul para interpretar al junkie neoyorkino Eddie
Dean. Una obra cinematográfica de largo aliento complementada con la seriación
en la pantalla chica prometía cohesión para la vida de Roland antes y después
de dar caza al Hombre de Negro, una historia hasta entonces contada a través de
novelas, relatos, historietas y juegos de rol.
Al tiempo que fungió como
co-escritor, finalmente la silla del director la ocupó Nikolaj Arcel, mejor
recordado como guionista de La chica del
dragón tatuado. Contrario a un retrato fidedigno de El pistolero, apoyada en el crucial papel que en la saga tiene “el
ciclo que vuelve”, La Torre Oscura será
una continuación de las novelas con referencias constantes (y algunas
variantes) hacia distintos elementos de los primeros libros.
Esperé más de una década
para ver el tráiler de La Torre Oscura.
No cabe duda que la elección de los actores principales será un factor decisivo
en cuanto a por qué varios asistirán al cine para verla. Matthew McConaughey encarna al Hombre de Negro.
Cualquiera proveniente de
nuestro mundo que se cruzara con Roland Deschain tendría como referentes directos
a Clint Eastwood y a Terminator. Los ojos azules de un hombre cuya edad se
cuenta con eones no pertenecen a un atleta fornido y joven, sino a un hombre
agotado que insiste en continuar, cuyas rodillas crujen al agacharse para
encender una fogata. Nadie esperaba que Idris Elba fuera el pistolero.
El destino para la
reacción hacia la llegada de La Torre
Oscura a las salas de cine es incierto, pero espero salir extasiado de una
de ellas. La balanza donde están las adaptaciones fílmicas basadas en obras de
Stephen King se inclina peligrosamente hacia lo prescindible y absurdo, pero
siempre prevalecen aquellas gloriosas y dignas de elogio. Ojalá La Torre forme parte dicho panteón.
Ojalá dicha muestra alcance el grado épico que tanta falta hace para poner a la
fantasía a salvo.
Por mientras: largos días y gratas noches, sai.
Por mientras: largos días y gratas noches, sai.